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Pescando recuerdos II

¿No tienes nada que hacer? pues vete a descular hormigas: quiero dos montoncitos, a la derecha las cabecitas y a la izquierda los culitos.

Emo 2 de 3.


Avanzaba por su paraíso. No quería ni siquiera ver el árbol, porque le recordaba a esa mujer. Ella, que fue su primer amor, su hada marina, su inspiración y la socia de muchos mundos inimaginables. Esa niña que a veces llegaba ahí, temerosa de romper la paz del lugar, pero que después no se podía ir. Inolvidable esa vez que mojó su hombro y se llamó cobarde. No, eres la mujer más valiente que conozco. Temes y aún así sigues adelante. Después de eso, lo esperaba aunque lloviera, aunque estuviera cansada y hambrienta. Cuando estaban juntos, el mañana y el ayer no existían; soñaban con que eran aliento y estarían solos en éste lugar eternamente.

La sentaba entre sus piernas, la rodeaba con sus brazos y la dejaba escuchar el palpitar de su corazón mientras contaba anécdotas simples para provocar su risa. Le enseñaba a ver al viento, a ubicar su norte y a ser paciente. Jugaba con las constelaciones para formarle una que pudiera ver todas las madrugadas cuando lo necesitara a su lado.

Ahora, él se paraba sobre la isla flotante y podía ver su camisa blanca e incluso la florecita en sus zapatos. La veía cada noche, cada madrugada: se sentaba sobre las hojas frescas que caían de Phátum y formaba nombres y figuras con ellas. Y lloraba. Por él, porque siempre supo que todo daño que le hiciera repercutiría en su futuro, pues ella era tan capaz de amar que nunca le guardaría rencor. Quería ir a su encuentro, pero había perdido el rumbo. Si se bajaba de la montaña sabía que no encontraría el camino. La vio llorar y le partió el alma, pero no podía hallar la forma de regresar a su lado. Reorganizaría su ser otra vez para eliminarla de ahí. Recordó lo que rogó para que ella se atreviera a buscarlo cada vez que necesitara sus brazos y sus palabras, que se le hacía injusto prohibirle la entrada.

Meditó mil días, y aún así no podía olvidar su risa y esos suspiros tan suyos. Esos que siempre fueron para él. Las lágrimas rodaban por sus mejillas cada noche, cuando ella se retrasaba pero aprendió que era una persona impuntual. La veía llegar, al principio, con pasos grandes y una sonrisa en el rostro. Al paso del tiempo, llegaba con un libro y su música. El cruel viento le traía sus rezos al oído. Su voz tan especial sonaba entre sus orejas diciéndole que los Anemoi lo cuidarían, pidiéndole que le diera una señal para quemar el árbol y no volver jamás. Siempre quiso pensar que tenía a alguien más en el corazón pero en el fondo sabía que existía para él y eso le daba la fuerza para seguir adelante.

Simbolizaba la ternura, el amor, la lujuria y muchos sentimientos que desconocía. Los había vivido por separado, pero esa mujer los removía todos al mismo tiempo y con una sola palabra. Tantas noches que rezaron juntos, tantos lugares que prometió enseñarle, aquí, su universo privado.

Una vez la vio abrazar al árbol y llorar su pena: lo amo pero no quiero necesitarlo. Si salgo a buscarlo me perderé. ¿y si ya no me ama?¿y si nunca lo hizo?¿pq me dejó aquí, sola? Sintió cada pizca de sal y todo se transformó en viva traición. ¡Vuelve, pedazo de idiota! Dile que la amas igual que la primera vez, eso lo entenderá. ¿Como le explicas a alguien que no tuviste el valor de volver cuando fue necesario?

Le había enseñado lo suficiente para que pudiera vivir ahí: ahora sabía ubicarse, ya no temía, amaba a la naturaleza, era paciente y feliz. Fue un buen maestro.
La amaba con su corazoncito de gorrión, pero su vergüenza era aún mayor. Y ahí, sentado sobre las cascadas, decidió jinetear al viento una vez más. Volar lejos, irse al Valle del Olvido a sentarse de para esperar que una nueva llama avivara su corazón dolido, prometiendo que ésta vez sería diferente.

Nunca se le ocurrió pensar que ella llegaba ahí cada noche por inercia, porque fue el último lugar donde se sintió segura. Era su remanso de paz, ya no era solo de él.

Ya no sería más el hada y los vientos. Ella pasó a su historia siendo la mujer que domó al viento con letras y suspiros.


Ya ya, pa la otra leo antes de publicar.

Comentarios

Urielue ha dicho que…
gracias a ti, igualmente besos...son la onda.
Dídac Muciño ha dicho que…
irala, andas muy nostalgic, emaaaaa!!

pero aun asi, tu cuento se me hace algo dado a lo feminista, donde erradican al hombre para obtener la felicidad individual, muiuuy bien, muuuy bien!.


trompazooooooos! :)

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